El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,
no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido,
no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás.
1 Corintios 13.
Hoy hace 25 años, beatificaron a María Ràfols, y Antorchas se hizo presente.
Hacemos memoria agradecida de la vida de Madre María Ràfols, Hermana de la Caridad, mujer heroica en la vivencia de las virtudes cristianas y, en especial, de la Caridad al prójimo, que derramó hecha servicio, “viendo a Cristo en el enfermo, acogiendo a Cristo en los niños de la Inclusa, reconociendo a Cristo en el pobre e indigente en cualquier parte y lugar” (Const. 39).
Su vida fue una ofrenda a Dios especialmente para los más necesitados, a quienes reconoció como a sus señores. Compartió lo que era y tenía con los más pobres de su tiempo: los niños de la Inclusa, los enfermos del Hospital, los heridos de la guerra, los encarcelados, las madres solteras… Se entregó constantemente, hasta el heroísmo, también en su servicio cotidiano y en la vida comunitaria. (Cf. Const. 21)
En este día, agradecemos a Dios el don de nuestra Madre María Ràfols y le suplicamos que, por su intercesión, vivamos en fidelidad el seguimiento de Cristo. Que cada uno de nosotros, a ejemplo de Madre María Ràfols, demos testimonio de nuestra fe en el Señor, y la confesemos cada día en el servicio gratuito y desinteresado a los hermanos.